Mucho tiempo esperando
este momento, gané el juicio, lo recurrieron y volví a ganarlo, en
una hoja timbrada por el juez del juzgado oportuno así lo expresa,
con el papel en el bolsillo entro en una oficina de Banesto que hay
en la calle Prim, me atiende un hombre de unos cincuenta años...
-Venía a cobrar ésto -
evidentemente le digo que coja el documento de mi bolsillo, lo lee y
a continuación me dice si puedo firmar “no, no puedo”.
-Entonces ha de ir al
juez que le ha hecho este papel y le dice que le ponga que no puede
firmar, así no te lo puedo hacer efectivo.
-Pero... ¿...le puedes
decir al director que salga?
-El director dirá lo
mismo que yo, soy el interventor.
-Son ganas de tocar las
narices, cómo no me quieres abonar ésto si está claro que es mio y
que yo soy yo.
-Oiga yo le digo lo que
tiene que hacer, si usted viene con esta papel donde el juez además
haya puesto que no puede firmar yo se lo abono, si no, no puedo.
Pensando en lo mierda que
soy, por un momento destrocé mi vida arrinconándola en lo más bajo
de esta mierda de sociedad, pero poco a poco de vuelta a casa fui
entendiendo que ni el juez ni yo y menos la sociedad teníamos la
culpa de que un imbécil no distinguiera de castañas y albaricoques,
de todas maneras llamé al banco de España y me dijeron que hiciera
una queja por escrito, todavía espero respuesta, al día siguiente
me fui a otra sucursal con un amigo, como es casi natural, yo no pude
entrar por culpa de los arquitectos y su manía de poner escalones, a
los cinco minutos salía mi amigo con el dinero.
Tropiezo tras tropiezo,
camino por encima de la imbecilidad de mucha gente.
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